28 de julio de 2024
La Santa Sede.
“En la vejez no me abandones” (cf. Sal 71,9)
Queridos hermanos y hermanas:
Dios nunca abandona a sus hijos. Ni siquiera cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean,
cuando aparecen las canas y el estatus social decae, cuando la vida se vuelve menos productiva
y corre el peligro de parecernos inútil. Él no se fija en las apariencias (cf. 1 S 16,7) y no desdeña
elegir a aquellos que para muchos resultan irrelevantes. No descarta ninguna piedra, al contrario,
las más “viejas” son la base segura sobre las que se pueden apoyar las piedras “nuevas” para
construir todas juntas el edificio espiritual (cf. 1 P 2,5).
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